Supongamos que hemos detectado un problema de ámbito social y que está muy extendido entre la gente. Entonces cuando a una persona le salta una chispita en su cabeza y reacciona contra ese problema, que es mucho más grande que él mismo, en teoría todos diríamos que tiene dos opciones:
- Continuar obviando el problema.
- Contribuir a mejorar la situación, en la medida que le sea posible.
Sin embargo, en la práctica parece que la decisión sea o bien pasar del tema o bien solucionarlo por completo de una sola tacada. Y me estoy encontrando que ese es el caso de la actitud global ante la industria alimentaria, que pasa por su trato a los animales, por el deterioro del medio ambiente y por un sinfín de problemas gravísimos.
Cuando en una persona salta esa chispa y se plantea que quizá haya que cambiar las cosas, se pone de manifiesto una debilidad mental que parece ser muy habitual: la falta de perspectiva. Como no se ve capaz de posicionarse al 100% para solucionar la situación de raíz, por ejemplo:
- adquiriendo todos y cada uno de los hábitos necesarios,
- interiorizando todas y cada una de las premisas de una nueva actitud,
- respetando a rajatabla algunas nuevas costumbres
- …
si no puede hacer todo eso de un solo golpe, si no puede colocarse la etiqueta correspondiente en un solo día, entonces… ¿para qué hacer nada?
Las soluciones a los grandes problemas personales y sociales no se consiguen de un día para otro. No funciona así. Hay que ir dando pequeños pasos en la dirección adecuada, observando con atención cada uno de ellos, tanto si son aciertos como si son fallos, y continuar en la misma dirección.
No se puede pasar de 0 a 100 en sólo un instante, pero se puede ir poco a poco, dando pasos firmes e inteligentes. Se puede acelerar un poquito para pasar inicialmente a 10, y eso será mucho más que estar parado. Y posteriormente, mucho más cerca de la meta, habiendo observado, con determinación y con la sabiduría de lo ganado, avanzar un poquito más.
Es una auténtica estupidez pensar en blanco o negro.
Recuerda que para conseguir tu mejor nivel sólo necesitas realizar unas cuantas acciones inteligentes cada día, porque esas acciones se irán acumulando hasta formar un logro inimaginable. Robin Sharma. El líder que no tenía cargo.
Hace unas semanas, en un blog de El País publicaban un artículo llamado Ser vegano no es lo que usted piensa. El objetivo del artículo es transmitir que ser vegano no es nada excéntrico sino una filosofía de vida muy normal. Se necesitan y se agradecen estas publicaciones, pero si lees el artículo completo, suponiendo que estás de acuerdo en los aspectos esenciales de esa “filosofía de vida”, me apuesto un plato de suculentas lentejas a que acabas con la sensación de que necesitas cambiar demasiadas cosas, atender a un montón de criterios nuevos y… en fin, que es demasiado. Que para etiquetarte como “vegano” tienes que hacer un trabajo durísimo y un esfuerzo desproporcionado.
Te propongo otra forma de verlo. Es una idea que Graham Hill expuso en una charla del TED y se titula ”Por qué soy vegetariano de lunes a viernes”. Me quedo con la esencia de la propuesta: por qué no vas a mejorar poco a poco, si al fin y al cabo… ESO ES MEJORAR. Si esperas a tener la fuerza necesaria, al momento perfecto, a tener todo el conocimiento… todos sabemos que no va a suceder nunca. Te quedarás como estabas.
Quizá deberíamos pensar menos en etiquetas y más en las pequeñas acciones que podemos hacer desde ya mismo. Acciones pequeñas pero inteligentes que van a encauzarnos de forma automática y sin grandes esfuerzos en el camino adecuado para conseguir llegar hasta las grandes soluciones, a la vez que mejoran tanto nuestra vida como la de todo lo que está a nuestro alrededor.