Un señor camina por el empedrado negro y húmedo del muelle de Puerto de la Cruz, dirigiéndose a su baño diario del mediodía. A esa hora suelen verse muchas personas de su edad en esa zona, bajan por una de las escaleras metálicas y se marcan unos “largos” nadando de un lado al otro. Mola mucho esa rutina: “un bañito cada día en el muelle”.
