Ayer asistí al primer encuentro en directo de la Comunidad Kaizen y debo decir que me encantó el formato. Jaime Rodríguez charló sobre el mundo de los datos con Javier Recuenco.
Con su estilo tan particular, Javier repasaba la crisis de confianza por el (mal) uso de los datos y el marketing en las empresas. Creo que tiene mucha razón cuando dice que ”el marketing es ahora mismo un estercolero”. Los usuarios y consumidores nos movemos en un vertedero de cruces de datos sin consentimiento, de prácticas oscuras, de intromisiones personales, de automatizaciones salvajes… en un mundo orientado únicamente a crecer (por crecer).
Poniendo la vista en un futuro próximo, decía que el capitalismo necesita abrazar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para sobrevivir. Y que, en ese escenario, existe un potencial enorme en las empresas que tengan unos fuertes valores éticos y de sostenibilidad.
Miramos escépticos a las compañías tecnológicas por su cinismo, por cómo y para qué utilizan nuestros datos. Lo decía claramente David Heneimeier hace unos días: las personas confiamos en las personas, no en las empresas. Que la confianza no escala. Que nuestro rechazo está muy justificado viendo los resultados de mezclar la publicidad espía y los fondos de capital riesgo.
¿Podríamos cambiar el sistema para construir empresas en las que podamos confiar? Quiero pensar que sí es posible. Salvando las distancias, las empresas pueden tener su propia personalidad real que les permita dirigirse y comportarse siendo coherentes con sus principios, cuya hoja de ruta no sea “crecer por crecer” sino avanzar con un propósito más significativo.

Poner a las personas en el centro, esa es la clave. Para poder cambiar el rumbo, debemos crear organizaciones capaces de poner a las personas por delante en sus decisiones y en el centro de todos sus movimientos. Sin postureo. Y cuando digo “personas” me refiero a empleados y empleadas, clientes, proveedores, colaboradores y cualquier cosa humana que sea susceptible de interactuar con la organización. A todo ente a quien pueda afectar la empresa de una forma u otra.
O apartamos el símbolo del euro del timón de todas las decisiones, o el cambio no será. Apartémoslo de ahí un poquito, que a los euros también les encantan las empresas que hacen las cosas bien.
¡A por ello! 💪