Me ha gustado el nivel de observación de la autora a todos los detalles de la vida cotidiana, especialmente por transcurrir en una de las sociedades, la noruega, que siempre se presentan como ejemplo del bienestar y la felicidad. De sobra sabemos que vivir bien es una idea con muchas aristas y lo vivimos en primera persona en la piel de la protagonista.

Mención especial al constante tono crítico a la vez que cómico y ácido.

Me irrita que haya tenido que vivir en este mundo durante más de medio siglo antes de darme cuenta de que lo mejor y lo más efectivo de todo es dejar de decir o de hacer lo que sea.

Es gratificante trabajar con personas. Tal vez fuera cierto al principio, pero ahora estoy tan harta de la gente y de los datos y de los olores y de todas sus tonterías que, si fuera posible, me cambiaría de especie. Me operaría para convertirme en un chimpancé, para que nadie esperara de mí ningún sonido que no fuera oh-oh-oh-oh, y así me libraría por siempre jamás de estar sentada a la mesa de una cafetería y tener que hablar de cualquier cosa.

He leído la versión traducida por Ana Flecha Marco.