«Debéis aprender a amar los detalles, en la literatura, en la ciencia, en el arte, en la vida», les repetía a menudo a sus alumnos. «Todo está en los detalles. Amar lo concreto, reposar la mirada en las cosas que nos rodean, es la clave para entender algo del mundo y captar su belleza». Y les hablaba de la memoria, del misterio por el que decide rescatar y preservar algunos datos entre muchísimos otros que condena sin piedad al olvido. Recordamos un olor, un sabor, un gesto, la pesadumbre de una lejana tarde de lluvia, el tañido de una campana, una música, y a veces es sólo una sensación indefinida, una sensación que es la experiencia destilada en el alma y hecha ya sentimiento. Y así, a veces recordamos por ejemplo lo que sentimos ante un atardecer hace muchos años, pero no recordamos nada de aquel atardecer. Nada. Todo ha desaparecido menos la emoción.
― Luis Landero en Hoy, Júpiter.