Ha sido una lectura extraña la de este libro. He estado a punto de abandonarlo en varias ocasiones por no motivarme mucho pero, de repente, aparecía una secuencia que me enganchaba de nuevo. Especialmente cuando describe a los personajes y cuando usa un humor socarrón muy característico. Pero me ha dejado un poco a medio gas.

Antes éramos muy tontos. Ahora estáis muy espabilaos, pero antes lo que se estilaba era ir de frente.

Es cortito y se lee rápido, eso sí. Un pasaje que seguro que recordaré de la lectura son las páginas - hacia el final del libro - en las que describe la obra pictórica de Vicente Dorado, cuando éste solo quería representar los bocadillos de chorizo que le preparaba su abuela en el pueblo y cómo se enfada con los entendidos y la crítica, que no paran de querer darle otras lecturas más sofisiticadas y transcendentales. Esa parte comienza así:

Aunque Vicente Dorado explicó que La tía Paca representaba únicamente a su tía Paca y que la gran mancha roja central no simbolizaba otra cosa que los bocadillos de chorizo que su tía Paca le preparaba por las tardes en el pueblo cuando él era pequeño, algunos críticos no quedaron del todo satisfechos con sus escuetas explicaciones y dejaron caer que aquella obra contenía por cojones un mensaje de algún tipo, seguramente político y seguramente subconsciente, y que la gran mancha roja del centro no representaba ninguna loncha de chorizo, sino muy probablemente una herida colectiva: aquello podía ser sangre y dolor, muchísima sangre y muchísimo dolor, o tal vez un alocado estallido de esperanza de aquel artista emigrante por aquella España que echaba por fin a andar después de cuarenta años de dictadura.