En nuestra vuelta de Tenerife a Zaragoza, como el ferry nos dejó en Huelva y quedaba un buen trayecto hasta casa, hicimos una parada a mitad de camino. Dormimos esa noche en Madroñera, un pueblo pequeñito en una zona muy bonita de Extremadura, cerca de Trujillo. Nos hubiera encantado quedarnos más tiempo y visitar la zona, pero entre el cansancio acumulado y el coche cargado hasta los topes, decidimos levantarnos y salir temprano del hotel.
En la planta baja del hotel Soterraña hay una cafetería-restaurante con un mobiliario y unos colores que recuerdan a los de antes. La primera luz del día entraba, cálida y con energía, por la puerta que da al aparcamiento. Esas puertas de madera, ese naranja, esas baldosas, ese tuequesa…
